viernes, 2 de agosto de 2013

 
Muchas de las empresas que actualmente presentan un mayor grado de internacionalización comenzaron sus exportaciones con stocks sobrantes que no podían colocar en el mercado nacional. Era una forma de reducir inventarios (en muchos casos a precios de saldo) que sólo tenían salida en un mercado con un menor grado de desarrollo y, por tanto, menos exigente. También ha sido característica común a muchos exportadores acudir a mercados extranjeros debido a las condiciones adversas del mercado nacional. En una situación económica recesiva las empresas consideran la alternativa exterior como un medio coyuntural para sobrevivir.

A lo largo de la historia, muchas empresas se han movido en un mercado limitado y protegido que, no obstante, bastaba para alcanzar resultados positivos y poder continuar la actividad empresarial. Sin embargo, la falta de competencia real permitió que se dieran situaciones de baja productividad, tanto de trabajo como de capital, y que se diera una dirección deficiente que no utilizaba las nuevas técnicas de gestión, planificación e información. Por el contrario, las empresas bien gestionadas, que contaban con una imagen de marca y una cuota de mercado significativa, pudieron desenvolverse correctamente o fueron adquiridas por empresas multinacionales, cuyo objetivo era instalarse en paises estratégicos a la vista de la liberalización del propio mercado y de la integración plena en la U. E.

Hasta hace poco, la necesidad de salir al extranjero no obedecía a un plan de exportación detallado y puesto en práctica con medios suficientes, sino, más bien, a pedidos ocasionales de clientes foráneos o a una actitud defensiva de las empresas que veían cómo su mercado interno se reducía. Sin embargo, de un tiempo a esta parte, la expansión internacional de la empresa debe ser un componente central de su estrategia y, en muchos casos, un elemento imprescindible si se quiere obtener un rendimiento sostenido y rentable de la cifra de negocios.

La necesidad de salir al exterior y avanzar en el proceso de internacionalización se justifica desde todos los puntos de vista:  productivo, comercial, financiero y de recursos humanos.

A las empresas locales, cuyo mercado interior atraviesa una fase recesiva, la exportación les permitirá utilizar toda o gran parte de su capacidad productiva que, de lo contrario, no se aprovecharía.

Hay productos cuya venta depende mucho de las estaciones del año; si estos productos de temporada se venden en países con estaciones climatológicas opuestas a las del mercado local se aprovecha la capacidad productiva y se logra una mayor capacidad de ventas. Un ejemplo es el caso de los fabricantes españoles de calzado, que cuando en España es temporada de invierno pueden vender sus excedentes de verano en Australia, Argentina o Sudáfrica.

La obtención de ventajas competitivas en los factores de producción constituye un aliciente para salir a otros países. Muchas empresas, desde las industrias textiles hasta las de informática han trasladado su producción a países en desarrollo donde la mano de obra es más barata, obteniendo una ventaja competitiva a través de los costes. Un ejemplo son las empresas españolas del sector textil, que han desplazado parte de su producción al norte de África o a Marruecos.

La gran oferta de recursos naturales o materias primas hace que las grandes multinacionales que operan en estos sectores se establezcan en los países donde estos productos son abundantes. Las multinacionales del sector del café, los productos tropicales o la madera han realizado fuertes inversiones en países latinoamericanos para abastecerse de productos que luego son procesados y consumidos en países industrializados.
Las grandes organizaciones aprovechan al máximo las ventajas competitivas de cada país en las distintas fases de la producción. El diseño, la producción y el consumo se realizan en diferentes países. Un ejemplo es la industria electrónica.




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