viernes, 2 de agosto de 2013

El modelo de Porter


El economista norteamericano M. Porter considera que el entorno en el que se mueve la empresa se puede definir como un núcleo competitivo que está formado no sólo por los factores productivos, sino también por un conjunto de cinco agentes y fuerzas que operan en el mercado y que hacen que cada sector presente un perfil de competitividad distinto.

 


Adaptando este modelo a un país, Porter consideró las cinco fuerzas de la siguiente manera:

la demanda interna, la dotación de recursos productivos, la relación entre empresas, el nivel de competencia y la actuación del gobierno. Veamos la importancia de cada uno de ellos.

La demanda interna es un factor determinante en la capacidad para competir internacionalmente que tienen las empresas de un país. El tamaño del mercado interno es importante en una primera fase, pero no decisivo en las etapas posteriores, como lo demuestra la existencia de grandes multinacionales holandesas o suizas que se han expandido a partir de mercados internos reducidos.

En este sentido, los aspectos cualitativos de la demanda tienen gran importancia para la expansión internacional de la empresa. Cuanto más exigentes sean los consumidores y más sofisticadas sean sus necesidades, en mayor medida estarán obligadas las empresas a mejorar su oferta de productos. Asimismo, el hecho de que sus clientes nacionales también compren en mercados exteriores obligará a la empresa a informarse y a estar al día de las ofertas del extranjero. Finalmente, los países más avanzados tecnológicamente, como Estados Unidos o Japón, influyen también en las características de la demanda de otros países. Las empresas líderes crean su propia demanda; un ejemplo es el sector de videojuegos, dominado internacionalmente por las empresas japonesas Sega y Nintendo, que han sabido captar la atención de millones de niños y jóvenes en todo el mundo.

Otro factor importante es la dotación de los recursos productivos y su coste. Podemos distinguir entre los recursos naturales (materias primas, población, capital) y aquellos que han sido creados a partir de los naturales (nivel de educación, desarrollo tecnológico, sistema de telecomunicaciones). Existen países, como Estados Unidos, que tienen una amplia oferta de recursos tanto naturales como creados, mientras que otros como Japón tienen carencias de recursos naturales (por ejemplo, la energía), lo que les está llevando a desarrollar otros factores que compensen esas deficiencias.

La relación entre empresas de un mismo sector (cliente-proveedor) o de sectores diferentes también supone ventajas competitivas. Cuando tanto el cliente como el proveedor trabajan en el ámbito internacional tienen la posibilidad de mejorar la calidad de sus respectivos productos. Además, los avances o tendencias detectadas en un país extranjero pueden introducirse en el mercado interno. La relación entre empresas de distintos sectores (plasmadas en alianzas y acuerdos de cooperación en investigación y desarrollo, distribución o promoción) también contribuye a mejorar la competitividad.

El nivel de competencia de un sector también incide en la competitividad de las empresas. Cuando la competencia es muy fuerte, las empresas tienden a mejorar, ser más creativas o especializarse como única forma de sobrevivir. Otra alternativa es salir al exterior para aprovechar economías de escala que no pueden conseguir en su mercado debido a la elevada competencia.

Por último, el Gobierno, a través de una acertada política económica también tiene cierto margen para mejorar la competitividad internacional de las empresas. El dilema se plantea al elegir entre una política intervencionista que mediante ayudas y subvenciones trate de beneficiar directamente a las empresas, o una política de libre mercado que mejore la relación entre las empresas, potenciando sus ventajas competitivas y eliminando obstáculos, monopolios y otras barreras que favorezcan la expansión de aquellas empresas más eficientes y dinámicas.

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